viernes, 20 de mayo de 2011

Mi Daniel





Y como lo prometido es deuda, aquí está Daniel Aleksandr......

La primera foto es la del día que nos lo llevamos de allí, la segunda fue su primera noche con nosotros y al última es en la habitación del Hotel de Moscú.

Las dejaré colgadas unos días....

¿¿Ya me direis que os parece mi príncipe!!

Sobre la entrada anterior...

Leyendo vuestros comentarios referente a los primeros días con Daniel, quería puntualizar algo que Concha me ha comentado y que creo que yo especifiqué mal y me ha dado qué pensar...

Es referente a las manías, efectivamente Concha los balanceos para dormirse son debido a la carencia afectiva y emocional que estos niños sufren, es cierto, yo dije "manías" pero es que en realidad estaba pensando en otras cosas cuando utilicé esas palabras.Os explico el por qué..

Daniel, como todos los niños de casa cuna, no tienen los limites diferenciados entre lo peligroso y lo seguro, lo bueno y lo malo, lo que está bien o mal, porque allí son un número, si un número de un grupito reducido (que he podido conocer y ver actuar personalmente) y que está con una cuidadora dos horas al día, y evidentemente el personal no está al 100% con cada niño, por lo que ellos hacen muchas veces "lo que quieren". De ahí al que cuando les empiezas a poner límites porque somos sus padres protestan de una manera poco normal.

Daniel, se arañaba la frente, se pegaba, se tiraba de las pestañas... al no dejarle tocar el horno,  si no quería ir a dormir o no quería comer algo....se daba cocos contra la pared (y fuertes...) si le decías a algo que NO, se tiraba boca arriba al suelo como muerto evidentemente sin importarle el golpe que se diera (recuerdo que me asusté horrores el primer día).

A esas manías me refería yo, son cosas que el niño no entiende que se puede hacer mucho daño al hacerlas y que debemos estar ahí para quitárselas porque no son las pataletas normales de un crío. Por suerte, eso duró 3 días sino hubiera acabado conmigo... y como las tengo grabadas en la mente y mis lágrimas me costaron... las crucé el otro día al referirme a los balanceos...

Daniel ha descubierto los mimos y os aseguro que el mismo nos busca la manita para ponerla en su barriguita o en su cara la rara vez que no lo estamos acariciando...

Pensé no contaros estas manías, pero creo que debeís estar preparadas por si os encontrais algo parecido... la adaptación, sobretodo para el niño los primeros días es MUY DURA, y aunque nos dijeron "tendreis que adaptaros" nadie, ni los psicólogos del certificado de idoneidad ni los de la ecai te prepara para esto..

Pues nada... ahí queda dicho y aclarado

Y mil gracias por leerme a tod@s

miércoles, 18 de mayo de 2011

Con Papá y Mamá





Hacer el camino hacia la Casa cuna de Sosnovoborsk por penúltima vez fue un camino que me sirvió para procesar que a partir de ese momento nuestra vida cambiaba por completo y que YA se acabó todo… que Daniel ya no viviría más en aquella casita que, aunque era agradable y tenía sus compañeritos,  él estaba sólo, sin cariño.
Al ver de nuevo la casita azul me dio un vuelco el corazón, cogí fuertemente la mochila con su ropita, y no veía el momento de verlo con ella puesta…quería que desapareciera ese olor que allí lo impregnaba todo, una mezcla de naftalina y hospital que me resultaba horrible…

Me comía la emoción… le entregamos la ropa a la cuidadora y no me dieron la opción de poder vestirlo yo, pero no me importó, y en cuestión de 15 minutos el niño venía hacia nosotros con su ya permanente pucherito, pero me lanzó los brazos en cuanto me acerqué y yo me lo quise comer en ese momento.

Recuerdo que yo tenía la sonrisa encajada en la cara, como el día de tu boda, que estas deslumbrante por la felicidad, y mientras le dábamos besos y abrazos a la directora de la Casa Cuna y le agradecíamos la atención que le había prestado a nuestro pequeño nos fuimos despidiendo.

Daniel ni se inmutó, miraba algo asustado pero no lloró, iba muy atento mirándolo todo para él se abría un mundo fascinante, ver un pájaro, un coche, una farola era lo máximo…se agarraba a mí en el coche... me sonreía y se bebía su zumo con galletas.

En el apartamento lo bañamos y jugamos con él un rato… alucinaba con la bañera y los juguetes dentro, tanto que nos costó sacarle luego. Cenar fue todo un trabajo duro, pues la ansiedad me ponía nerviosa, no podía vernos preparar comida pues gritaba desconsolado para que se la diéramos y engullía… por suerte esa ansiedad ya va desapareciendo… porque realmente es angustiante.

Dormí con él, no quería que se sintiera solito, aunque estaban las dos camas juntas, fue muy especial porque lo tocaba, rozaba su manita, lo miraba, lo besaba y él dormía, era tan tierno verlo dormir con nosotros por primera vez…
Me desperté, creo que eran las ocho  y vi a mi pequeño sonriéndome y parecía llevar un buen rato allí quietecito…. Estaba sentado junto a mi, con su pijama de animalitos, y me quería morir de felicidad, supongo que pensaba “yo que hago aquí”…
Los demás días fueron así, tranquilos, excepto pequeñas rabietas que cogía (y sigue cogiendo de vez en cuando) le encantaba salir a pasear por Krasnoyarsk y nos traía los zapatos diciendo “calle”.

Las noches eran lo peor para mí, Daniel se caía de la cama, y por más barricadas que le hacíamos siempre encontraba un huequecito para caerse, y al dormirse se balanceaba endiabladamente, como con furia, mi marido dice que es para dormirse, vale, pero con la fuerza que lo hacía más bien creo que era para “medio marearse” y caer dormido. Esas manías que, por cierto, nos ha costado quitárselas le costaron unas cuantas pataletas de campeonato y lloros.

Pienso sinceramente que si me hubiera llevado a Daniel en noviembre que era más pequeño, no hubiera tenido la mitad de las manías y costumbres que adquirió… pero en fin, ya están superadas y ahora batallamos con tocar enchufes, apagar luces, coger los mandos de la tele, saltar escalones o darse cocos… pero eso ¿Qué niño no lo hace con 23 meses?

En otra entrada os cuento como es Daniel ahora y sus aventuras en casa y en el parque, pues no os he contado ni la mitad de su adaptación, es que mi bichillo se está levantando de siesta y ahora no puedo… os pondré una foto para que le conozcáis.

jueves, 5 de mayo de 2011

De juicio


29 de marzo.

El juicio fue duro, y no por nuestra culpa.. duró una hora pero fue la peor hora de mi vida hasta la fecha, pues los nervios nos podían a los dos. Es cierto que vas con las preguntas sabidas, o la mayoria de ellas, pero impone la situación, el momento y la jueza.

Tampoco nos ayudó mucho que un día antes, una madre adoptiva monoparental hubiera rechazado a su hijo después de habérsele dado la sentencia favorable, más aun cuando lo rechazó "porque sí", la jueza fue más dura con las preguntas para asegurarse de que queríamos a Daniel con nosotros...

Pero pasó pronto, le gustó que le lleváramos fotos del pequeño jugando con nosotros, y mientras le íbamos respondiendo las preguntas que ella ya sabía ojeaba nuestro expediente.

Luego nos sacaron a todos de la sala y nosotros sin saber qué pasaba, resultó que la jueza estaba firmando la sentencia favorable y todo el mundo nos felicitaba.

Ese día estuvimos como en una nube... nuestra vida empezaba a cambiar por momentos y esta vez... para siempre..

Conociéndonos... otra vez




El día 25 de marzo a las 15.00 horas entró nuevamente Daniel en la sala de música de la casa cuna, recuerdo mi marido y yo nerviosos, con globos y pompas de jabón esperándole, pensaba "¿habrá crecido mi niño? ¿se acordará de nosotros? ¿como estará?" un sinfín de preguntas que en 10 minutos que tardaron en traerle me taladraba la cabeza mientras miraba a la puerta y los nervios me comían por dentro.

Y entró nuestro pequeño, y yo me desmoroné por dentro.... entro y nos miró, no se acordaba de nosotros ( normal tenía 21 meses y la primera vez tenía 17 meses) e hizo un amago de puchero mientras quería volverse con su cuidadora, pero yo lo cogí en mis brazos y pronto le enseñé la foto que llevo suya en mi móvil y que me hizo más amena la espera, pronto se reconoció y mientras le decía "somos mamá y papá, tranquilo Daniel" él fue cogiendo confianza y pronto se volvió el niño que recordábamos.

La verdad, el reencuentro no era el esperado, yo sé que nunca puedes idealizar, pero escuché a amigas decir que sus pequeños entraban con sus fotos en las manos y corriendo iban a sus brazos, que pensé que Daniel haría algo similar, pero claro, los otros niños eran mucho más grandes que él.

Pero eso no fue lo que me desmoronó, fue ver que mi pequeño, en 4 meses estaba muy delgadito, sólo había engordado 300 gramos, nos lo trajeron desatendido, sin peinar, el pobre con moquitos... no voy a dar más detalles. Pero en ese mismo momento me cagué en la madre de más de una... y encima tenía narices de decirme la traductora si quería preguntarle algo a la cuidadora, yo le dije que estaba en blanco, porque si llego a hablar.... me los como.

Más tarde le trajeron la merienda y se sentó en una mesita,  con media tacita de leche tibia y un bollo relleno de carne con arroz. Mi niño no comía, engullía, era tal la ansiedad que tenía que se ahogaba mientras intentaba masticar y hacer más hueco en la boca para meter más comida. Mi marido y yo pensamos "Dios, a saber lo que has pasado".

Después de una hora y media de visita nos fuimos, y en la boca tenía un sabor agridulce, estaba muy contenta por haber visto a mi pequeño, pero las condiciones en las que lo encontramos y la actitud que tuvo nos dejó descolocados. Esa noche fue mi peor noche en Rusia, no podía parar de llorar y preguntarme porqué el destino hace que tardes tanto en encontrarte con tu hijo y me lamentaba de los males que le podría haber evitado.


Gracias a Dios, esto sólo pasó el primer día, luego Daniel aunque hacía un mini puchero al vernos, de seguida jugaba con nosotros y estaba normal, risueño, alegre.... le cambiaba la cara al sonreír. Aunque la merienda seguía (y aun sigue a día de hoy) comiéndola con ansiedad.

a 10.000 km

Ahora que tengo un ratito de tranquilidad mientras duerme la siesta Daniel aprovecho para contaros como ha sido este gran viaje.
Es el VIAJE en mayúsculas, el viaje de las emociones, de las buenas y de las malas, de las sensaciones, de los temores y de la tranformación en papás.

Este viaje, para mí, tan gratificante porque tengo ya conmigo lo más preciado, hace que cada vez que piense en él me venga una palabra a la cabeza: DURO. Es un viaje muy duro y para el que hay que estar muy mentalizados y preparados, no pretendo asustar a nadie, nosotros lo hemos vivido así, pero un mes fuera de tu casa, de tu familia, en un país extraño, hace que lo pases mal, que añores el más mínimo detalle que te recuerde tu casa, tu gente la comida, costumbres, en fin todo y yo que soy una blandengue, los 3 primeros días soltaba alguna que otra lagrimilla pero pensaba "pronto acabará"...

Suerte de tener a Daniel los últimos 15 días, porque aunque puedes verlo antes de sacarlo de la casa cuna, él se puso malito y estuvimos cerca de 6 días sin verlo, por lo que antes de ir a buscarlo, en total lo vimos 4 veces en 13 días...